Una marca, diferentes tallas de ropa
En muchas ocasiones, la emocionante experiencia de ir de compras puede transformarse en un acto desafiante y desalentador al encontrarnos frente a la exagerada disparidad de tallas de las diferentes tiendas y marcas disponibles en el mercado. En uno de mis últimos intentos por renovar un par de piezas de mi armario, me sorprendió darme cuenta de que, a pesar de no haber variado de peso y haber mantenido las mismas medidas durante los últimos años, los modelos que mejor se adaptaban a mi cuerpo podían variar entre una y dos tallas menos de lo habitual. Considerando la importancia del respeto y la diversidad, me resulta realmente vergonzoso que las marcas impulsen este tipo de políticas lesivas y discriminatorias. Porque, aunque puedan parecer simples diferencias de tallas, estas decisiones pueden llegar a suponer verdaderos atentados contra la salud física y mental de los consumidores, perpetuando una vez más el equivocado ideal de belleza perfecta.
Los lectores escriben sobre el ideal de belleza promovido por la industria textil, la crisis diplomática entre Israel y España, los colegios madrileños y el uso que hacen de las pantallas.
Un mundo en llamas tras una pantalla
Miro esta herramienta, este pedacito de mí. Un dispositivo que me aleja y acerca al resto del mundo, al que me conecto y desconecto en una milésima de segundo. Uno de los productos de este sistema que está siendo testigo de actitudes muy poco amables con el planeta. Ahora tenemos dos voces: la que nace de nuestras vísceras y la que solo el resto puede ver. Un conjunto de palabras e imágenes que vuelan, que muestran nuestro yo digital. ¿No deberíamos empoderarnos colectivamente y usar esta voz para un cambio mayor, basado en el cuidado (especialmente del lugar que habitamos)?
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